Una experiencia internacional que transforma: de Belvís de Monroy a Bucarest

El destino quiso que ese sueño se hiciera realidad cuando se me ofreció la posibilidad de realizar mis prácticas en Rumanía, concretamente en su capital, Bucarest. Desde el 19 de marzo hasta el 5 de junio estoy teniendo el privilegio de vivir una experiencia que marcará un antes y un después en mi vida.

Mi nombre es Alejandro Castro Hernández, tengo 19 años y soy natural de Belvís de Monroy, un pequeño pueblo de la provincia de Cáceres, situado en el corazón de Extremadura. Actualmente curso un Grado Superior de Comercio Internacional en el IES Zurbarán, en Navalmoral de la Mata, a tan solo diez minutos de mi casa. Como muchos jóvenes que soñamos con ampliar nuestros horizontes más allá de nuestras fronteras, vi en las prácticas en el extranjero una oportunidad única para crecer personal y profesionalmente.

Las prácticas las estoy realizando en Gaviota, una empresa de ámbito internacional con sede en Alicante (España), dedicada a la fabricación de componentes, accesorios y sistemas para persianas, toldos y cerramientos. Formar parte de una compañía con presencia global me está permitiendo entender desde dentro cómo funciona el comercio internacional y la logística empresarial en un contexto real, donde la comunicación en otros idiomas y la adaptación cultural son fundamentales.
Pero más allá del ámbito profesional, esta experiencia me está regalando vivencias que difícilmente olvidaré. Bucarest me ha sorprendido con su arquitectura, sus amplios parques y su historia. He tenido la oportunidad de visitar museos fascinantes, descubrir la imponente majestuosidad del Parlamento Rumano (el segundo edificio administrativo más grande del mundo) y sumergirme en la historia medieval de Transilvania durante una visita a la encantadora ciudad de Braşov.
También he tenido la suerte de conocer a personas de diferentes países y culturas, lo que ha enriquecido mi visión del mundo y me ha hecho crecer como individuo. Convivir, compartir y trabajar en un entorno internacional me ha ayudado a fortalecer habilidades como la autonomía, la iniciativa y la comunicación intercultural.

Esta etapa no solo me está preparando para ser un mejor profesional, sino también para ser una persona más abierta, empática y con mayor perspectiva global. A todos los jóvenes que estén valorando la posibilidad de vivir una experiencia internacional, solo puedo decirles: aprovecharla, porque es una inversión en vosotros mismos que os acompañará toda la vida.
Desde un rincón de Extremadura hasta el corazón de Europa del Este, esta aventura está siendo mucho más que unas prácticas: está siendo una experiencia transformadora.

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